Nuestras asociaciones , han nacido como respuesta a dos
necesidades que se nos plantean a los cristianos en general y a los asociados a
las mismas en particular en estos primeros albores del Tercer Milenio
cristiano.
Ambas tienen un elemento común y es
la valoración de la Vida Consagrada, aunque con matices distintos y
complementarios que las hacen propias y peculiares y que por ello pueden
responder a distintas sensibilidades dentro de la riqueza plural de nuestra
Iglesia.
A) Por un lado se encuentra nuestra
propia urgencia como fieles cristianos de asociarnos para fortalecernos en la
fe y para ayudarnos mutuamente en nuestro seguimiento de Cristo, en una
sociedad fuertemente secularizada que dificulta notablemente la vivencia de
nuestra fe y de nuestro compromiso cristiano.
B) Por otro lado queremos dar
respuesta dentro de la Iglesia a la necesidad de dar a conocer, promover y
apoyar la vida consagrada , como servicio incondicional al Reino de Dios
consagrada en medio del mundo, como memoria viviente que es del modo de existir
y actuar de Jesús, el Verbo encarnado.
La vida consagrada , como servicio
incondicional al Reino de Dios constituye un testimonio elocuente del Reino de
Dios del que se convierte en motor y en signo en cuanto supone vivir
radicalmente los valores del Espíritu en medio de un mundo dominado por el afán
materialista que amenaza directamente tanto la libertad interior y como la
disponibilidad exterior de la persona. Es asimismo un gesto de libertad frente
al yugo del egoísmo y la tiranía de las cosas porque comporta también la
imitación de Cristo virgen, pobre y obediente. La vida consagrada , como
servicio incondicional al Reino de Dios favorece, en el cristiano que escucha y
se compromete a seguir esta llamada del Señor, la austeridad y el desapego de
los bienes materiales para buscar y encontrar, por encima de todo otro placer,
la entrega generosa de su vida al bien de los hermanos y la renuncia a su
propia voluntad mediante la negación de sí mismo, para ir configurándola a la
voluntad del Padre, en cuyas manos se abandona en una obediencia como la de
Jesús.
Cristo vivió para el Reino, como
también María, su Madre, y -según la tradición- los discípulos también. La vida consagrada , como
servicio incondicional al Reino de Dios, en quien siente la llamada a este
estado de vida, conlleva el feliz descubrimiento de que colaborar al proyecto de Dios sobre el mundo y los hermanos es un privilegio al que vale la
pena consagrar toda la existencia cristiana. El Señor, que advierte a sus
discípulos que no todos van a comprender esta doctrina sino aquellos a los que
les es concedido, ensalza la vida consagrada , como servicio incondicional al
Reino de Dios de quienes, por entregarse
y absoluta y confiadamente a Dios, escogen el sacrificio que supone una vida
virginal (cfr Mt 19, 10-12). También San Pablo, desde su experiencia de
discípulo y de apóstol, si bien manifiesta que sobe este particular no tiene
precepto del Señor, aconseja a los seguir el estado que facilita preocuparse sólo de las
cosas del Señor, buscando cómo agradarle, (cfr. 1 Cor 7).
La vida consagrada , como servicio
incondicional al Reino de Dios es la entrega alegre y gozosa de toda la persona
al Señor y a su Reino por encima de toda ley o precepto, fijos los ojos en
Aquél que le invita a dejarlo todo para seguirle, con la promesa de retribuir
aquello que deja por causa del Reino con el ciento por uno: casa, mujer, hermanos,
parientes e hijos (cfr. Mt 19, 27-30; Mc 10, 28-31; Lc 19, 28-30). Pero esta
entrega no carece de dificultades. El célibe por el Reino de los Cielos vive
especialmente la tensión escatológica propia del Reino que ya ha comenzado si
bien aún no ha alcanzado toda su plenitud: el ya, pero todavía no. Como
todo cristiano, está en el mundo sin ser del mundo y el mundo no le reconoce
como suyo, por eso "el mundo los odia" (cfr. Jn 15, 18 - 16, 4), pero
esta situación se agudiza en el que vive más radicalmente el seguimiento de
Cristo que le advierte: "recordad lo que os dije: el siervo no es más
que su señor. Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros" (Jn
15, 20a).
De acuerdo con su vocación
específica, la persona consagrada, desterrando de sí y de su entorno toda
tendencia al individualismo, al narcisismo, al egoísmo, a la crítica, al mal
ambiente y al materialismo, trabaja su interior para hacerse una persona
abierta y fraterna - especialmente en situaciones de ruptura o desunión -. La vida
consagrada , como servicio incondicional al Reino de Dios aparece así como un
signo esponsal fecundo por el Reino de los Cielos en un doble sentido terrenal
y escatológico. Esta característica de esponsalidad y fecundidad propia de la
consagración por el Reino de los Cielos, que constituye su esencia y su
característica fundamental, es signo "de la vida futura" y se
ofrece como un espejo en el que puedan mirarse los esposos, las familias y los
jóvenes que han de poder contemplar encarnado en la vida consagrada , como
servicio incondicional al Reino de Dios el amor que Jesucristo tiene a su
Iglesia, que se les propondría como estímulo y modelo idóneo para su propia
vida, de modo que la familia se afiance cada vez más como la célula viva e
imprescindible de la Iglesia y de la sociedad.
A lo largo de la vida de la Iglesia
la vida consagrada se ha concretado en diversas manifestaciones que evidencian
la riqueza que esta forma de vida encierra y al mismo tiempo su demostrada
capacidad para responder, desde el Evangelio, a las necesidades de la Iglesia y
de la sociedad propias de cada momento histórico. Tanto las que implican la
"fuga mundi" (ascetas, eremitas, monjes, religiosos...) como
la vida consagrada organizada en medio del mundo (institutos seculares,
sociedades de vida apostólica o asociaciones de fieles...), o la vida
consagrada personalizada en medio del mundo (orden de vírgenes, viudas...)
muestran esta disposición de la vida consagrada para ponerse a la escucha del
Espíritu y para responder en cada momento a las inspiración de este mismo
Espíritu ante las nuevas necesidades de los hombres y de los pueblos y en las
distintas y cambiantes circunstancias de un mundo y una historia que en Dios
tienen su alfa y su omega.
En la restauración por el Concilio
Vaticano II del Orden de las Vírgenes, forma de consagración que se remonta a
la Iglesia Apostólica, nuestra Asociación reconoce una de las muestras de esta
capacidad de escucha y de respuesta de la Iglesia a las sugerencias del
Espíritu Santo y a las necesidades de la Iglesia y del mundo.
Orden de las Vírgenes con Rito
externo y público o simplemente con una consagración privada, por su específica
forma de consagración -no tiene las características de las órdenes religiosas
ni de los institutos seculares- presenta unas peculiaridades que no pueden ser
ignoradas. Como la levadura, la virgen consagrada está llamada a fermentar
"desde dentro" toda la masa (consecratio a Deo in saeculo). Como
seglares, en medio del mundo y de las realidades temporales son llamadas por
Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el
mundo a la manera de fermento (Apostolicam Actuositatem 2).
Pero también es necesario notar que
este estado de vida conlleva unas dificultades especiales tanto de ser conocida
como de vivir esa consagración sin la ayuda que supone pertenecer a comunidades
eclesiales organizadas.
Todos los miembros de la Asociación,
desde su propia vocación en la Iglesia y su diferente estado de vida, promoverán
y ayudarán a través de sus Centros a la vida consagrada , como servicio
incondicional al Reino de Dios.
Estos objetivos de las Asociaciones
en sus distintos ámbitos territoriales resumen lo que ellas humildemente desean
aportar en este tiempo de crisis, de búsqueda y de nuevas respuestas a los
retos que en su fidelidad a Cristo y a su Evangelio, la Iglesia ha de afrontar
en nuestro tiempo, como ha hecho siempre y hará en el futuro, como ha hecho y
hará siempre que se afane en "escuchar lo que dice el Espíritu a la
Iglesia" (cfr Ap 2, 7).
PAUTAS DE VIDA CRISTIANA.
CAMINAR DESDE CRISTO
No nos satisface ciertamente la
ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de
nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y
la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!
No se trata, pues, de inventar un
nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el
Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al
que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y
transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén
celeste.
En los Centros es donde se pueden
establecer aquellas indicaciones programáticas concretas - objetivos y métodos
de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los
medios necesarios- que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas,
modele las CENTROS e incida profundamente mediante el testimonio de los valores
evangélicos en la sociedad y en la cultura.
OBJETIVOS DE LOS
CENTROS
Sin embargo, es importante
que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la
contemplación y en la oración. El nuestro es un tiempo de continuo movimiento,
que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del " hacer
por hacer ". Tenemos que resistir a esta tentación, buscando " ser "
antes que " hacer ". Recordemos a este respecto el reproche de Jesús
a Marta: " Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo
una es necesaria " (Lc 10,41-42). Con este espíritu, antes de someter a
vuestra consideración unas líneas de acción, deseo haceros partícipes de
algunos puntos de meditación sobre el misterio de Cristo, fundamento absoluto
de toda nuestra acción pastoral.
La santidad
La meta de la santidad es primordial en la vida cristiana y por lo tanto
en V.S.P.
En el Antiguo Testamento el hebreo Kadosch (santo) significaba estar separado
de lo secular o profano y dedicado al servicio de Dios. El pueblo de Israel se
conocía como santo por ser el pueblo de Dios. La santidad de Dios identificaba
su separación de todo lo malo. Las criaturas son santas en cuanto estén en
relación con El.
La santidad de las criaturas es subjetiva, objetiva o ambas. Es subjetiva en
esencia por la posesión de la gracia divina y moralmente por la práctica de la
virtud. La santidad objetiva en las criaturas denota su consagración exclusiva
al servicio de Dios: sacerdotes por su ordenación; religiosos y religiosas por
sus votos; lugares sagrados, vasos y vestimentas por la bendición que reciben y
por el sagrado propósito para el cual han sido reservados.
Por el Bautismo todos somos llamados a la santidad y en la Iglesia recibimos
las gracias necesarias que proceden de los méritos de Jesucristo. Todos, sin
embargo, sean sacerdotes, religiosos o laicos deben responder libremente a esas
gracias para lograr la santidad.
La oración
Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se
distinga ante todo en la actitud bíblica de oyentes y orantes desde la Palabra
de Dios. Sabemos bien que la actitud orante es algo que no puede darse por
supuesto. Es preciso aprender a orar, para ello tenemos clarividentes ejemplos
de oyentes y orantes en la Biblia. Nuestra petición debe ser semejante a la de
los primeros discípulos: " Señor, enséñanos a orar " (Lc 11,1). La
Asociación V.S.P. debe ser ESCUELA DE ORACIÓN allá donde se encuentre,
instrumento en manos del Maestro.
De ahí surge la importancia de nuestros encuentros de oración en clave de
"Lectio divina".
Parabolas del Reino.
"
"Cenáculo de Betania""
Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en
Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica
trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la
liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial, pero también de la experiencia
personal, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte
se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar
Vida sacramental: La Eucaristía
y la Reconciliación.
El mayor empeño se ha de poner, pues, en la liturgia, " cumbre a la
cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde
mana toda su fuerza ". Es preciso insistir en este sentido, dando un realce
particular a la Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido como día
especial de la fe, día del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera
Pascua de la semana.
Los centros de la Asociación V.S.P. debe ser lugar de amar en familia y
como tal no puede perder la perspectiva del encuentro personal del hijo pródigo
con el Padre desde el Sacramento de la Reconciliación, primer paso para una
corrección fraterna fructífera.
Anuncio de la Palabra
Los centros de Asociación V.S.P. han de caracterizarse por ser "
servidores de la Palabra" en el compromiso de la evangelización, es
indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.
La " llamada " a la nueva evangelización, sobre todo para
indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes,
dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de
Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo,
que exclamaba: " ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! " (1 Co
9,16).
Nos hemos de dirigir sin esconder nunca las exigencias más radicales del
mensaje evangélico, atendiendo a las exigencias de cada uno, por lo que se
refiere a la sensibilidad y al lenguaje, según el ejemplo de Pablo cuando
decía: " Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos
" (1 Co 9,22).
Escucha de la Palabra
No cabe duda de que la primacía de la santidad y de la oración sólo se
puede concebir a partir de una renovada escucha de la palabra de Dios.
Hace falta, queridos hermanos y hermanas, consolidar y profundizar esta
orientación, incluso a través de la difusión de la Biblia en las familias.
La Comunión
Otro aspecto importante en que será necesario poner un decidido empeño es
el de la comunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esencia misma del
misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel
amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a
través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros
" un solo corazón y una sola alma " (Hch 4,32).
En resumen:
Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la
comunión: éste es el gran desafío que tiene la Asociación Publica de Fieles "Ad vitginitatem Sacram Promovendam" de la Diócesis de Valencia -España-. en el milenio
que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a
las profundas esperanzas del mundo. |